La bodega Carrau y la familia Ferrès hicieron en conjunto este vino con uvas originarias de la zona de Las Violetas en Canelones, que demuestra una vez màs el potencial de guarda que tiene nuestro cepaje insignia, ya que en una cata a ciegas jamàs dirìa que este vino tiene màs de una dècada en su haber. De estos once años, pasò uno y medio en barricas de roble francès, con su correspondiente fermentaciòn malolàctica.
Impacta su color pùrpura tan profundo que casi parece negro. Brillante, vivaz y con bordes rubì con sutiles tonos que van hacia el naranja. En la copa deja finas piernas que se toman varios segundos antes de caer lentamente, prometiendo una buena estructura.
Antes de pasar a la nariz y la boca, siguiendo con aspectos visuales, destaco su corcho, no sòlo por su calidad sino tambièn por su diseño, como lo pueden ver en las fotos que siguen.
No es un vino para ansiosos, ya que al abrirlo aparece muy, muy cerrado. Necesitò de casi una hora de decantado para comenzar a expresar sus aromas, donde si bien predominaban un poco los provenientes de la madera, seguìan allì las frutas negras pasas, como ciruelas e higos. El tè negro, tabaco, caramelo, manteca y vainilla se turnan para darnos màs informaciòn acerca de còmo se comportò el vino con la barrica. Se suma intermitentemente un aroma a popurrì (violetas y hojas secas), junto con un refrescante mentolado y una pesada brea.
En boca es seco y amplio, con sabores tostados y con un sutil higo en mermelada. Tiene buena acidez y taninos aùn marcados, pero en retirada. El retrogusto es a tè negro y frutos secos, con una persistencia un poco menor a la esperada, pero que igual permite seguirlo disfrutando durante varios segundos.
Fue de maravillas con un risotto de jamòn crudo y hongos. Se puede encontrar aùn en Las Croabas por $ 744. Lo vale, siempre y cuando se decante y se disfrute junto a la comida y la compañìa adecuada. Salud!