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Hace pocos dìas se llevò adelante una nueva ediciòn de tal vez (junto con Prowein) la feria de vino màs importante del mundo. Por cuestiones laborales sòlo pude ir el domingo, por lo que mi impresiòn serà algo màs limitada que la de aquellos colegas (sommeliers y comunicadores) que hayan podido ir màs dìas. De todas formas aprovechè las horas que estuve allì, encontràndome con gente del Uruguay, probando nuestros vinos y tambièn otras tantas etiquetas (aproximadamente 70) de diferentes rincones del planeta.

La feria està claramente volcada hacia los negocios, con muchos stands solicitando distribuidores en Francia. A tal punto es asì la bùsqueda de negocios, que en varios stands notè que la atenciòn a posibles distribuidores y a otros actores como Sommeliers o comunicadores por ejemplo, era notoriamente distinta. Alguno acà podrà pensar si vale la pena el ir. Sì, sin duda alguna. Es el lugar para ver què està pasando en el mundo del vino y ademàs para poder degustar productos que resultan difìciles de conseguir, no sòlo en Uruguay y la regiòn, sino tambièn en paìses como Francia.

Lo primero que hice fue ir a saludar al stand de Uruguay y al de bodega Garzòn, y comenzar con algunos vinos blancos ya conocidos pero de nuevas añadas. El Albariño 2016 de Bouza y el Sauvignon Blanc 2017 de Gimènez Mèndez me llevaron inmediatamente a la rambla de Montevideo en un dìa cualquiera de verano. Me preguntè por què habìa tan pocos exponentes uruguayos y la respuesta era bien sencilla, por motivos econòmicos. Dejo planteada la pregunta de si no serìa bueno que algunas bodegas pequeñas se juntaran y fueran al menos con un vino de cada una. Pero eso obviamente abre el debate de si vale la pena ir con un vino (estoy convencido que la respuesta es sì), quièn lo representarìa (alguien neutral), cuàles son las ventajas de mostrar un solo producto (muchas màs que las de no mostrar ninguno), etc. Pero esto es tema para otro dìa.

Comencè entonces a probar vinos blancos y estuve largo rato en el stand de New York, probando Rieslings de Finger Lakes. Tipicidad por dònde se lo mirara, con aromas frutales claros (màs o menos intensos segùn el estilo obviamente), notas a combustible, propias de la variedad y dejos de miel. Nunca habìa probado un vino de esa àrea y decididamente lo volverè a hacer.

Otra gran sorpresa fue un vino blanco tranquilo compuesto por las tres variedades del Cava. Xarel-lo, Macabeo y Parrellada. Un “Cava tranquilo”, si existiera tal definiciòn. Un vino sumamente frutado y fresco del que si debiera hacer una nota de cata serìa “un Cava sin burbujas ni aromas a levadura”.

A la hora del Chardonnay fui obviamente a Chablis, donde uno encuentra la meca de esta variedad tan noble. Fue en el stand de Domaine Billaud-Simon que me instalè para recorrer toda la zona de Chablis copa por copa descubriendo las diferencias no tan sutiles entre los Grand y los Premier Cru. Siguiendo con el Chardonnay, probè algunos de China que al parecer, tanto por lo que degustè como por lo que se lee por parte de colegas, es un productor que hay que comenzar a estudiar …

A pesar de ser un gran fanàtico, no probè rosado alguno, pasando directamente a los tintos, donde apuntè principalmente a lugares poco conocidos para mì. Antes de ir a los vinos en sì mismos, quiero compartir con ustedes una de las mejores marcas (como concepto) que he visto en mi vida. Se trata de una lìnea de vinos sudafricana llamada “Tall horse” (Caballo alto), y en la foto entenderàn el por què me pareciò tan brillante. Otra cosa que me pareciò muy interesante del stand de Sudàfrica, fue la utilizaciòn sin reparo alguno del sistema de Bag in Box para vinos finos (algo que no es novedad alguna en el mundo pero que en el Uruguay y la regiòn encuentra donde aùn bastante resistencia).

Pasè por Madiran para probar un poco de los ancestros de nuestro Tannat, o mejor dicho los primos de los ancestros, ya que nuestro Tannat proviene de Iroleguy, que sorprendentemente no contaba con stand ni representantes (o al menos no lo encontrè). No hay dudas que nuestro estilo de Tannat es distinto y distintivo y no debemos perderlo. El Tannat de Madiran (y tambièn el de Iroleguy) es por lo general bastante duro y requiere de muchos años en botella o de un gran desembolso de dinero para poder disfrutarlo plenamente, al menos para mi gusto. Mientras que nuestro Tannat es algo tìmido pero luego de un rato se hace conocer y queda una agradable impresiòn, el de Madiran suele ser algo acaparador y hasta agresivo en el encuentro.

Siguiendo con los tintos contarè la ùnica decepciòn de la jornada. Fui muy emocionado a un stand de vinos de Croacia que luego de una vinificaciòn normal, realiza la guarda de las botellas en el fondo del mar durante uno o dos años. En el stand estaban presentadas las botellas como en la foto y obviamente limpias y prontas para el consumo. Toda la emociòn fue ràpidamente destruida en el primer sorbo. No sè si habrà sido esa botella en particular o si este tipo de guarda realmente influye en el vino, pero se tratò del ùnico vino de todos los que probè que me pareciò de mala calidad. Otra gran sorpresa pero en este caso positiva fue un Cabernet Sauvignon de China que podrìa estar en cualquier mesa del mundo sin problema alguno… Otra confirmaciòn que coloca al gigante asiàtico como materia a tener en cuenta en un futuro ya pasado.

La historia le permite a algunos lograr productos, marcas o como en este caso, slogans sencillamente maravillosos. “Georgia, 8000 vendimias”. Allì estuve probando variedades tìpicas de ese paìs y me encontrè con la uva “Saperavi”, en distintos estilos y con sabores diferentes, que podrìa definir como “primitivos”, prueba de todo lo que queda por conocer y estudiar.

Para terminar la recorrida, probè varios Sakes y luego destilados, especialmente Pisco, Tequila y Armagnac de diferentes añadas, incluyendo uno que pasò 50 años en barrica, siendo embotellado para la ocasiòn. En lo personal, la madera me pareciò algo invasiva, prefiriendo el de 40 años. Pero en cada gusto està la verdad.

Hubiera querido estar màs dìas descubriendo màs y pudiendo compartir con ustedes muchas màs impresiones al respecto (recomiendo leer atentamente la nota de Joaquìn Hidalgo a la que pueden acceder haciendo click AQUÌ). Mi conclusiòn es que vale la pena el ir, descubrir la ciudad de Bordeaux que vive y respira vino, recorrer la regiòn (en curso) y visitar la mayor cantidad de dìas de la Vinexpo que se pueda, para conocer sabores de los que muchas veces sòlo podemos leer, particularmente en el Conosur.

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