En 1994 yo estaba coleccionando las tarjetas del Mundial de ese año, mientras en Los Cerros de San Juan producìan esta maravilla. Descansando dentro de barricas de roble al sol, este vino se fue convirtiendo un un Mistela impresionante, que tal vez no esperaba vivir 21 años y estar en perfectas condiciones aùn.
Ayer decidì abrirlo y degustarlo, para descubrir su color ocre con ribetes de oro viejo y una densidad en copa que llamaba la atenciòn.
Su fase aromàtica es el punto alto de este vino hoy. Una marcada miel se mezcla con membrillos en àlmibar, caramelo tostado, vainilla, cedro, frutos confitados como la naranja, especias dulces y frutos secos como ser avellanas y nueces. De fondo tambièn sutiles aromas a hidrocarburos muy bien integrados, propios de la variedad. Recomiendo decantar o dejarlo unos minutos en la copa para que se exprese.
En boca su ataque es dulce y aùn le queda la acidez suficiente para no empalagar. El sabor es a fruta confitada y sorprende la permanencia en boca, donde durante màs de un minuto se puede seguir saboreando su retrogusto a caramelo de miel y frutos secos tostados.
Acompañò perfectamente una crema de vainilla con cardamomo y nueces pecan tostadas.
No es fàcil de encontrar, sè de una botella que està en Las Croabas que durarà pocos dìas antes que yo vuelva a pasar por allì. Si van antes no lo duden, es un vino extraordinario que merece ser probado ya sea con alguna crema como yo lo hice, o con una tabla de queso azul, miel y frutos secos.