Si uno piensa en Francia y sus vinos, seguramente en la mayorìa de los casos, el Champagne forme parte de la escena. “Merecido en la victoria y necesario en la derrota” como decìa Napoleòn, es el Santo Grial de los vinos con Mètodo Champenoise. Ya hablè en su momento de còmo denominar a estos vinos segùn su procedencia, asì que darè por zanjada esa discusiòn.
Champagne es una regiòn ubicada a unos 150 kilòmetros al este de Parìs, compuesta por cuatro sub regiones: Montagne de Reims, Val-de-Marne, Côte des Blancs y Côte des Bars. Las ciudades principales son Reims y Epernay, considerada por muchos como la capital del Champagne. Hace poco tuve la oportunidad de visitarlas junto a Federico de Moura, mejor Sommelier del Uruguay en el fin de semana de Pascuas, y pese a que mucha gente piensa que en estas latitudes estàn todas las bodegas abiertas todo el tiempo, no, no es asì.
Se trata de dos ciudades bien distintas, Reims es bastante màs grande, tiene una historia muy importante (los reyes de Francia se coronaban allì, en una catedral que nada tiene que envidiarle a Notre-Dame de Parìs) y cuenta con varias casas de Champagne. Pudimos asistir a las visitas de Mumm y Taittinger. La segunda se destacò sobremanera, ya que al haber sido construida donde supo estar una abadìa que se construyò sobre una mina romana, el sitio es patrimonio de la Humanidad y se respira la historia en sus corredores y paredes.
Al otro dìa fue el turno de Epernay, ciudad atravesada por la “Avenue de Champagne”, segùn algunos, la avenida màs cara del mundo. Allì (y en algunas cuadras màs a la redonda), se ubican las grandes casas de Champagne. Comenzamos en Moët Chandon, casa del mìtico Dom Perignon, que pasò casi toda su vida estudiando como perfeccionar el Champagne. Para cerrar ese dìa fue el turno de Castellane, bodega cuya torre acapara las miradas de donde sea que se mire. En este caso la visita deja un sabor agridulce, ya que comienza muy mal para terminar bastante bien (la torre le da varios puntos). Lamentablemente no se permite sacar fotos, lo cual es una làstima, porque tiene una exposiciòn sobre la historia del uso de los pupitres para rotar el Champagne, comenzando por la total ausencia de los mismos, enterrando de pico las botellas en la arena, hasta los acutales rotopallet.
Pero antes de esta ùltima bodega, fue el turno de Mercier y es aquì donde quiero detenerme. Confieso que era escèptico a esa visita, sin ningùn motivo medianamente objetivo ni racional, simplemente me parecìa algo muy “comercial”. La visita a Mercier es absolutamente demencial, herencia indiscutible de su mentor Eugéne Mercier, que allà a fines de 1800 desarrollò, o quizàs inventò el turismo enològico como lo conocemos hoy en dìa. Fue además pionero en varias ramas, como la publicidad, tanto gràfica como vemos a continuaciòn, asì como a travès de filmaciones como contarè màs adelante.
Sin viñedos ni fortuna, a fines de la dècada de 1850, con tan sòlo 20 años, convenciò a algunos productores de trabajar en conjunto para abaratar costos, eso sì, en el proceso los convenciò tambièn de que la nueva marca llevara su nombre. Deseoso de hacerse conocer ràpidamente mandò a construir el tonel de vino màs grande de la època, capaz de contener el equivalente a 220.000 botellas. Lo presentò en la Exposiciòn Universal de Parìs donde quedò opacado nada màs ni nada menos que por la Tour Eiffel. Para llevar el tonel desde Epernay a Parìs utilizò 24 bueyes y 18 caballos de respaldo, teniendo que reforzar puentes, pavimentar caminos y hasta cortar edificios para llegar a su destino.
Por si fuera poco, encargò a los hermanos Lumière la producciòn de un corto publicitario, el primero de la historia, en el que replicò a la intemperie todo lo que sucedìa en las cavas, ya que obviamente la luz dentro de ellas no permitìa filmar. Pueden ver dicho comercial a partir del minuto 3:33 del siguiente video, o si asì lo desean, pueden ver el video entero. Se trata de un resumen de la historia de Mercier (en francès).
Quiso ademàs que la gente que visitara sus cavas quedara fascinada, por eso los 18 kilòmetros de tùneles en un solo nivel cavados a mano durante 6 años, estàn llenos de obras de arte y relieves sencillamente magnìficos. Para tener una idea de la magnitud de la obra, se extrajeron piedras con un peso equivalente a 40 veces la Tour Eiffel. La galerìa màs larga se llama “Rue Pekin”, ya que cuando los obreros entraban a la obra, le decìan a sus familias que se iban a la China, màs precisamente a la ciudad de Pekìn. Un dato interesante es que la ciudad de Epernay tiene unos 60 kilòmetros de calles, mientras que cuenta con algo màs de 100 kilòmetros de cavas subterràneas.
Eugéne Mercier querìa que todo el mundo tuviera la posibilidad de tomar Champagne, y tambièn que su nombre trascendiera. Sin lugar a dudas logrò ambas cosas. El Champagne que produce està lejos de ser el mejor, pero jamàs quiso serlo. Es un Champagne masivo, a un precio razonable y para el disfrute inmediato. Debe ser de las pocas casas de Champagne que no cuenta con un producto de alta gama, un millesimè o algùn producto “destacado”.
Sus sucesores continùan su legado, innovando cada vez que pueden, por ejemplo en 1950 cuando organizaron una carrera de autos dentro de las cavas. 15 vehìculos recorrieron los 18 kilòmetros y aunque parezca mentira, no se rompiò una sola botella.
Para aquellos que tengan la oportunidad es una visita imperdible, que repetirè en màs de una ocasiòn para visitar màs casas de Champagne. Es una zona que vive y respira Champagne, orgullosa de su historia, su tradiciòn y su actualidad.