Se acerca la època del año con mayor promedio de brindis por semana. Ademàs de las fiestas tendremos por delante numerosas despedidas y todas ellas irremediablemente terminaràn (o comenzaràn) por un brindis. Esa costumbre que nos hace juntarnos en torno a un vino, un espumoso, un whisky, una cerveza, un jugo o lo que fuera, para celebrar algùn hecho en particular, dar el puntapiè inicial a algùn proyecto, recordar con media sonrisa a alguien que no està o celebrar simplemente (razòn para nada menor) el estar juntos.
¿Pero alguna vez se preguntaron de dònde proviene la tadiciòn del brindis? Algunos hablan de que la tradiciòn habrìa nacido en el imperio romano, donde envenenar al enemigo con su bebida era moneda corriente. Entonces, cuando un anfitriòn querìa dejar en claro que sus intenciones eran buenas, chocaba con fuerza su vaso contra el del invitado para que el lìquido salpicara y se mezclara un poco en ambos recipientes. Asì el inivitado estarìa seguro de que podrìa tomar tranquilo.
Es una explicaciòn bastante clara, precisa aunque un poco vaga creo yo, ya que perfectamente luego que el invitado hubiera bebido algunas copas de màs, lo apuñalarìan a la salida del boliche como tantas veces en la historia del pueblo romano.
Ponièndonos un poco màs serios, la Enciclopedia Britànica dice que La costumbre de beber “a la salud” de los vivos muy probablemente se deriva del antiguo rito religioso de brindar por los dioses y por los muertos. En las comidas, los griegos y los romanos efectuaban libaciones [derramaban vino o licores] en honor de sus dioses, y en banquetes ceremoniales brindaban por ellos y por los fallecidos”. (…) Ìntimamente relacionado con estas costumbres de beber casi sacrificiales tiene que haber estado siempre el acto de brindar por la salud de hombres vivos. (Tomo 13, pàgina 121, ediciòn de 1910).
Pero nada de esto es cierto o tiene el menor asidero claramente. La verdadera historia es la que compartirè a continuaciòn y se remonta a la antigua Grecia. Su protagonista es obviamente Dionisio, dios del vino (Baco para los romanos). Para aquellos que no lo conocen, dejo su retrato y una de tantas esculturas en su honor a continuaciòn.
Dionisio, como todo hijo de un dios y una mortal (Zeus y Sèmele), tuvo una infancia complicada, perdiendo a su madre antes de completar su gestaciòn y tenièndola que terminar cosido al muslo de su padre. Luego los celos de Hera (la mujer de Zeus), obligaron a que su padre tuviera que llevarlo lejos, màs precisamente a Nisa, en Asia Menor, donde un grupo de ninfas y sàtiros lo criaron. Con este entorno las posibilidades de ser otra cosa màs que el dios del vino eran pocas, asì que de cierta forma debemos estar agradecidos de su desgracia.
Dioniso se convirtiò entonces en el dios del vino y la vegetaciòn, y enseñò a los humanos el cultivo de la vid y el proceso del vino. En su honor se hacìan festivales, los conocidos “bacanales” de Roma, donde la ciudad se convertìa en una fiesta para celebrar su existencia (dato interesante y real: los bacanales originalmente eran sòlo para mujeres).
Feliz por su popularidad y tambièn por el producto que le habìa enseñado a los humanos, èl tambièn realizò una fiesta en el Olimpo donde invitò a todos los dioses (incluyendo Hera, el vino habrà apaciguado su rabia) y a los cinco sentidos.
Luego de un rato de banquete y fiesta, Dionisio notò que el oìdo estaba sumergido en una profunda melancolìa, solo en una de las mesas. Se acercò y le preguntò què le sucedìa.
El oìdo le dijo entonces que su tristeza se debìa a la nula participaciòn que èl tenìa en el rito que los hombres desarrollaban en torno al vino. La vista veìa el color del vino y podìa anticipar su estructura, tiempo de guarda y hasta algunos paràmetros de su calidad. El olfato escarbaba entre las diferentes capas de aromas, dandole un marco sensorial a la bebida y transportando al bebedor a mundos lejanos. Ni que hablar del gusto, que cerraba el proceso poniendo la firma sobre el anàlisis que se hacìa al vino. Hasta el tacto participaba, sintiendo cierta aspereza o suavidad, dependiendo del vino en cuestiòn. Pero èl, èl no tenìa nada que hacer. El escuchar el vino caer en la copa le parecìa muy poco, ya que era lo mismo que escuchar agua u otra bebida.
Allì Dionisio se dio cuenta que la tristeza del oìdo era genuina, y como buen anfitriòn buscò una soluciòn. Decidiò entonces compensarlo y hasta colocarlo por encima de los demàs, dàndole una parte del rito que sòlo pudiera hacerse al compartir una bebida. El color, aroma, gusto y tacto del vino se podrìan percibir y disfrutar en privado, pero el oìdo debìa tener algo màs.
Dionisio se puso de pie, aclarò su garganta para llamar la atenciòn de los invitados y dispuso que desde ese dìa en adelante, cuando dos o màs personas se reunieran alrededor de una botella, chocaran sus copas para celebrar el estar juntos. El oìdo se emocionò al escuchar todas las copas chocando en señal de alegre aprobaciòn a la ley dictada. Ahora èl formaba parte fundamental del rito del vino y luego de otras bebidas. Mucho màs adelante en el tiempo llegò el descorche y su caracterìstico sonido, pero èl estaba màs que conforme con ser parte fundamental del brindis, al punto que no le importò cuando apareciò la tapa rosca.
Està en nosotros el mantener y continuar el legado de Dionisio, brindando en cada oportunidad que tengamos aunque sea por la razòn màs pequeña. No esperemos un gran acontecimiento para ello, el estar juntos ya es motivo màs que suficiente. Olvidemos por completo la màxima que dice que el valor de la bebida debe ser proporcional al motivo del brindis. ¿Què nos impide brindar con un vino barato por la llegada de otro miembro a la familia? ¿Què impide brindar con un vino caro por el hecho que sea mièrcoles?
Aprovechemos este mes para brindar con la gente que vemos todos los dìas y con los que no vemos hace tiempo, para brindar con los que estàn cerca y los que estàn lejos, para brindar con los que no estàn, que obviamente no responderàn al ruido pero el oìdo de todas formas los escucharà. Brindemos por lo que fue, lo que es y lo que serà. Brindemos por no tener que esperar un año entero para volver a brindar. Brindemos con alegrìa y con fuerza. Brindemos por lo que nunca fue y por lo que siempre serà. Brindemos tambièn con cautela, ya que todos los años hay quienes brindan en Navidad que no llegan a chocar sus copas en fin de año.
Brindemos por y con amor. Brindemos por hacer el año que viene (o por què no ya mismo) un pequeño gesto que haga este mundo un lugar algo màs justo. Brindemos por ser mejores cada dìa, por ser màs felices cada dìa. Brindemos por el año que se va y el que viene, hoja en blanco para llenar con motivos por los que brindar. Salud!